
Buscarte con mis dedos es una tarea de entrega total, no sin antes pensarlo bien, conociendo el riesgo de no poder regresar a una realidad intrusa y obtusa. Mi brazo se extiende hacia ti, mi mano se abre al escrutinio incansable de tu perfume en el viento y tu mano le sale al encuentro, abierta, ansiosa, deseosa, curiosa, enamorada. Mis dedos se mueven de izquierda a derecha, se encuentran con tus nudillos, el roce de tu piel haciendo estragos en mis sentidos, la energía de ambos capaz de alumbrar una ciudad y el murmullo de piel con piel es un concierto de olas en playa descalza.
Tocar tu mano es sinfonía sensual desenfrenada bajo cielo rojizo, nubes salvajes y viento incansable. El final del día ha llegado, pero nuestros cuerpos apenas empiezan sus notas de amor, de pasión, de besos, de caricias, de suspiros y de ansiedades. La noche que comienza es como postre servido antes de la cena, sabiendo que cuando nuestros dedos se encuentran la noche deja de ser noche y pierde todo sentido de tiempo, abriendo paso a una larga sesión de cosquillas, culebritas en la piel y fantasías de labios coronando tu piel.
Si tus dedos existen es porque debe existir también en el universo la esperanza de un encuentro

Mi alma se perdió para ser encontrada anclada en ti, sin poder despegarme para salir a flote, hundida en el mar de fuego que tus dedos despertaron en mi. No me quiero ir a ningún otro sitio, prefiero quedarme así, ahogado en el océano de tus besos, olas y arena de pasión sin fin, susurros de vientos y palmas en perfecta sincronía y sólo la bulla del pesar por no haber descubierto tus dedos mucho antes, en la vida anterior, en el espacio infinito de un sueño que aún falta descubrirse.
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